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Relatos olvidados en el metaverso

UNA TARDE EN EL FARO DE MONCLOA

UNA TARDE EN EL FARO DE MONCLOA

 

 La Eusebia mujer madura ya con 47 años, depresiva en tratamiento, decide subir al faro de Moncloa para suicidarse. La moza, porque todavía era moza que no conocía varón alguno, vivía en Panzarriba, provincia de Lacogorza; ella siempre dijo que era de la capital. Tomó el ascensor y una vez arriba pudo observar la ausencia de puertas y salidas de emergencia visibles. Sólo grandes ventanales de cristales blindados y una panorámica de Madrid que le traía sin cuidado. Vaya tres euros peor gastados, inútiles, pensaba la Eusebia. Tomó de nuevo el ascensor y quiso descender hasta el infierno, por esta vez tuvo que conformarse con salir a la calle y sentarse en un banco.
Pensaba en lo duro que podría estar el suelo, y como quedarían sus carnes flácidas en el asfalto. Esta vez daba gracias a dios por no llevar a cabo su autolisis, si no habría hecho el ridículo hasta la muerte y encima no se había cambiado de muda, llevaba esas bragas de cuello vuelto, más viejas que la Sara Montiel. Que vergüenza si hubiera llegado a la UVI sin poder mediar palabra para comunicar que esas no eran sus mejores bragas.
Habían sido 47 años carentes de eventos y en tan sólo unos días de su insulsa vida transcurrieron circunstancias jamás vividas en su Panzarriba natal.
La Eusebia
prestó más de 17 años de servicios como asistenta doméstica, por domesticar ni siquiera lo consiguió con las cucarachas de los baños de aquel edificio, mole de cuyo nombre la Eusebia prefería no acordarse. Llevaba ya más de 9 años en paro, parada de larga duración así constaba en su tarjeta del INEM. En su historial médico quedaba registrado como diagnóstico “depresión mayor”, de año y medio de evolución en tratamiento con prozac.
Para la Eusebia todo tenía que ser grande, en su nombre lo llevaba, se llamaba Eusebia Grandes Lolas. Ella nunca supo la connotación de “lolas”, se habría muerto sin necesidad de precipitarse por un faro. 
Todo empezó cuando la Juani, única amiga o similar de la Eusebia, motivó a ésta para que entrara en un cibercafé. La Juani era un espécimen autóctono, mejor especificar endémico de Panzarriba. Otra parada de larga duración, también doméstica y como la solitaria, que aparte de estar más sola que la una era más larga que un día sin pan. Por eso se quedó soltera, los mozicos de su pueblo paticortos todos ellos no querían formar parte del llavero de la Juani, definitivamente la dejaron de lado cuando se lanzó al mercado el súper producto denominado “tamagochi”. La muchacha se había echado un cibernovio, que asustó a la Eusebia cuando vio la foto; era más negro que el carbón de las glorias del pueblo y tomaba el café con Dios, por los metros que tenía el hombre de largo. Claro que todo lo tenía grande el negrito, que era de Kenia, tránsfuga de una tribu en extinción. Se llamaba Toctumbumbotiri, pero se quedó en Bumbo para facilitar el chateo, aunque la Juani era una bruta, nunca se quedó con los nombres y le llamaba Bimbo, la muy bruja cuando miraba su miembro viril, que lo aumentaba varias pantallas con el Photo Shop decía que estaba como el pan, rico, rico.
Un día Bimbo llegó a Panzarriba, no precisamente con Iberia. Desembarcó en Almería, no precisamente de un ferry, eso sí la patera en la que vino admitía la media pensión y visa. Buscó a la Juani en el único cibercafé del pueblo que se llamaba “los chat@s”, nunca destacó Panzarriba por la originalidad de los oriundos, pero eran muy limpios, de eso estaban orgullosos. Nada más verlo la Juani se echó las manos a la cabeza, le parecía muy negro y su obsesión en unos cuantos meses fue lavarlo con piedra pómez y jabón lagarto para aclararlo, es que ya dije antes que eran muy limpios los panzarribanos. El caso es que se casaron y se fueron de luna de miel a la provincia de al lado Zampamelotodo, de primera elección en los viajes de novios panzarribanos. Antes de marcharse la Juani le dio a su amiga unas semillas mágicas que había traído Bimbo, perteneciente a los chamanes de su tribu. Decía la Juani, con otro tono de voz, seguro que de los polvos que echó con el negro se le aflautó, aunque con tal instrumento no le extrañaba a la Eusebia, bueno pues decía la Juani que con sólo tomarte una de esas semillas se hallaba lo anhelado. La Eusebia, un tanto escéptica ante la mierda de vida que tenía no creía en castillos en el aire, por no hacer un feo a su amiga del hígado, quise decir del alma, se lo agradeció mucho y las guardó en el frasco del pimentón. Con las hemorroides que padecía hacía años que no usaba el pimentón, no le molestaría allí la ponzoña esa zulú.
Llego el momento de lanzarse. Presentía que ese día conocería a su amor. En caso de no ser así se lanzaría directamente al vacío. Entró al Chat@s para iniciar su idilio con algún varón de entrega absoluta y poca cordura, todo le daba igual. La Juani no estaba, ella sólo conocía el chateo de vinos. Dos muchachos estaban muy afanados delante de uno de los ordenadores y cuando la Eusebia se acercó para pedirles ayuda con esto del Internet, los chavales salieron corriendo espantados. Sorprendida por la carrera de los niños se acercó a la pantalla que dejaron encendida y para su suerte, vio como se desplazaban continuamente las letras, eso lo conocía por la Juani, era un chat. Se sentó y observó la pantalla, hipnotizada con pánico por interactuar con los allí parlantes que escribían sonidos onomatopéyicos extraños como smuacssss, ciao :D :_C, etc. La Eusebia quiso teclear algo pero rápidamente le pidieron un alias, ella sabía por la Juani que el ordenador se refería a un mote. Sólo se le ocurrió su primer apellido, que en el pueblo lo llevaba todo dios, muy apreciado por ella, porque el segundo apellido nunca lo entendió.
Escribió “Grandes”, temblorosa no daba una en el teclado, trató de saludar a los personajes de aquel chat. En la parte superior ponía algo así como rocco_si_freddi, ese era el nombre del salón. Entabló conversación con alguien que debía ser gracioso porque todo el mundo acto seguido empezó a colocar repetidos “ja”.        La Eusebia que no había estudiado mucho pero que era muy inteligente dedujo que al colocar un “ja” detrás de otro “ja” y así sucesivamente significaba que la gente se reía a carcajadas. Ella era muy inocente, no había conocido mozo alguno, que todavía era ella moza. Aquel individuo se llamaba “Macías_Pajas”. Cada vez que hablaban se intercalaban los nombres y ese descubrimiento por parte de los chateros fue todo un acontecimiento. Ajena a todo eso la Eusebia entabló una conversación de lo más amena con aquel muchacho, él interrogaba a la Eusebia con preguntas raras y con cierta ansiedad, pero a ella no le importaba, estaba delante de una pantalla con sus mechas de 7 centímetros de raíz, sin sujetador y sus flácidos pechos hasta la cintura, una batita floreada de entretiempo y unas zapatillas de estar por casa de rizo, eso sí muy presumida ella, los estampados en rosita chicle. Los complementos no eran del Corte Inglés precisamente, que los chinos tenían unos bolsos a 5 euros monísimos .Llevaban un paraguas en el lateral y una funda de móvil. Quedaba muy a juego aunque la Eusebia no tenía teléfono y nunca llovía en Panzarriba, pero había que modernizarse.
En una de las líneas de la conversación, en ese momento se dio cuenta que necesitaba gafas de cerca, no veía nada. El muchacho le dijo que si entendía y ella pensaba que este hombre parecía un poco torpe, ella era española y le hablaban en castellano, ¡como no entenderle!. Más tarde apreció la Eusebia, porque no tenía estudios pero era ávida para entender, que el muchacho dominaba los idiomas, porque le habló del francés y del turco. Hombre joven, guapo e inteligente, le empezaban a temblar las piernas a la pobre mujer, porque además él la quería como era al natural ya que le decía reiteradamente que le gustaban los cuerpos hirsutos, con mucho vello. Ahí la Eusebia ya se relajó, recordaba el día que fue al zoo y un bebé gorila fue corriendo a su encuentro y la abrazó como si fuera su mamá.
Deseaba encontrase con ese hombre cuanto antes y así se lo propuso. El “Macías_pajas” y “Grandes” tendrían una cita a ciegas, su primera cita a ciegas que si era prolifera podría llegar a boda. EL chico le dijo como colofón que desde el principio de la conversación intuía que “Grandes” controlaba el tema. La Eusebia se ruborizó, ella que nunca había chateado por una pantalla y ya controlaba el tema, cuando los únicos temas que había visto en su vida eran los del colegio en la EGB, que ya ni existía.
Llegó la mañana siguiente, la Eusebia no había dormido en toda la noche pensando en su “Macías_Pajas” nunca desvelaron los nombres pero en aquel encuentro se conocerían a fondo y acabaría en boda la cosa, que la Eusebia también sabía intuir muy bien. Como el muchacho la quería como era, al natural, no fue a la peluquería, que era la Juani la que normalmente le arreglaba las mechas y estaba en Zampamelotodo con el zulú de los cojones, nunca mejor dicho. La Eusebia todavía tenía sus dudas sobre si el hombre venía del mono, en su caso desde luego que sí, pero el Bimbo podría proceder del elefante sin problemas, por la trompa. En ese momento le llegó a la mente las semillas que guardó en el pimentón y fue a la cocina para ver si no habían desaparecido por arte de magia. Allí estaban, coloradas por la especia, no importaban las almorranas por esta vez, se tomó las semillas llenas de pimentón.
Tubo que marchar a la capital para quedar con aquel maromo, la Eusebia iba muchas veces y se sentía una conciudadana más, andaba por las calles como si estuviera en su natal Panzarriba. Habían quedado en un bar, cerca de un barrio, detrás de la Gran Vía llamado Chueca. El bar tenía un nombre extraño, se lo apuntó en un papel que olía a pescado que mataba porque en el Chat@s, no tenían nada donde apuntar y tomó el papel de envolver las sardinas. Como estaba tan nerviosa se limpio el sudor de la frente y el aroma llegó a embriagar al ciego de la ONCE de la esquina de Fuencarral con la Gran Vía, que la llenó de halagos y le dije que estaba muy calentito y aludió a un conejo. La Eusebia pensó que el pobre hombre antes de la desgracia de quedarse en ese estado fue pollero y estaba recordado su oficio, se emocionó, ella era muy sufrida que veía siempre el programa de “Sucedió en Madrid” para confraternizarse con los desgraciados.   
Por fin estaba delante del bar aquel, parecía elegante, leyó el letrero “ OSOS AMOROSOS”. El letrero luminoso de neón presentaba en los extremos la cara de dos hombres calvos. La Eusebia estaba muy sorprendida pero tenía que entrar, era su última oportunidad.  El local era muy oscuro, parecía un antro vacío con sillones que le recordaban a la Eusebia a una exposición que vio en Barcelona sobre la tortura en la inquisición. Le dio un escalofrío por la cintura y rápidamente se acercó a la barra a pedir una coca cola y despejarse un poco.
 Allí estaba la Eusebia, como si se hubiera comprado la entrada en el parque de atracciones para la casa del terror. En caso de no estar allí se hubiera aburrido viendo la televisión a la sobremesa, todas esas mariconas que hablan de la prensa amarilla, todas esas mujeres perfectas y siliconadas que rebotaban al caerse al suelo. Ellas no sabían lo que era el ciberamor con un buen “Macías_Pajas”.
La espera era una desesperación, la coca cola se convirtió en dos y luego en tres y después en cuatro. No llegaba aquel hombre, se pudo echar atrás, demasiadas emociones en dos días.
La Eusebia
sintió una comezón en las tripas, no era ese gusanillo insidioso del amor, no. Entre las burbujas del archiconocido refresco, que me niego a nombrar de nuevo, y las semillas del amor se organizó un cóctel monotoff de órdago en los intestinos de La Eusebia. Como la mujercita no encontrara un baño rápido podría confundirse el sifonazo con una nueva expansión de los universos.
No era momento de hacer una ficha al individuo aquel, éste iba en cueros, que no desnudo sino encuerado. Lo que más le atrajo a La Eusebia del hombre fue su calva reluciente, le era familiar porque le recordaba al suelo de su casa, y eso le acercaba a su tierra natal Panzarriba de donde nunca debió salir. Durante todo el tiempo de espera en la barra La Eusebia, por el rabillo del ojo observaba al camarero, con cierto disimulo pudo ver como este personaje estaba pegado a la pantalla de un portátil, otro asiduo del chat pensó ella. Pero era un ser extraño, a la vez que supuestamente chateaba, miraba recurrentemente hacia la salida del local, con gesto de ansiedad, consultando una y otra vez el reloj que portaba en la muñeca izquierda. En el momento que decidió acercarse al hombre para preguntarle por el baño, este salió de la barra y a trancos salió por la puerta, como un oso en cautiverio paseó calle arriba, calle abajo, una y otra vez. El muchacho tenía un buen culo, pero La Eusebia en este momento no podía pensar en agujeros, sólo en cerrar los dos propios longitudinalmente opuestos no fuera que uno de los dos se abriera a destiempo.
Lo que no podía entender era su instinto gatuno, una curiosidad tal la que le carcomía por dentro de tal forma que se acercó a la pantalla. En ese momento se activó el salvapantallas del pc y en letras grandes de color rojo sobre fondo verde se movía a modo de marquesina una frase “¿Qué maricón del barrio sirve mejor las copas?” a la que sucedió otra marquesina portando la respuesta. En ese momento La Eusebia al leer la siguiente pantalla se mareo. El corazón saltó de su pecho, no sentía las piernas y lo que es peor, su culo simuló la erupción del Vesubio. Simulaban las semillas con lo gaseoso del refresco cola unos fuegos artificiales acompañados con sonoros efluvios. Amenizó el local con una coprofiesta, portando un reguerillo que no tenía fin entre las piernas, de color barrizal, por no ser más escatológica la descripción. Con lo limpia que era La Eusebia, de Panzarriba nada menos. Ya nada le importaba, había tenido a Macías_Pajas delante de ella toda la tarde, era el maricón que mejor servías las copas del barrio y se había cagado del susto.
La Eusebia se marchó volando de allí, tan ágil como la situación lo permitía ya que el suelo estaba algo resbaladizo, por lo del volcán. En la calle hacia arriba se encontró con el maricapajas con el que no medió palabra. El camarero la ignoró, ya que esperaba a su maricón, hirsuto y buen entendedor, pero al roce con aquella vieja tubo que taparse la nariz por el olor hediondo que dejó como una estela. Lo único que obtuvo La Eusebia de la espera fueron los refrescos gratis. A veces el optimismo de esta mujer era inoportuno.
Al día siguiente de lo sucedido La Eusebia fue a media tarde al Faro de la Moncloa.
El resto ya lo saben ustedes. Realmente todo no lo saben. La Eusebia después del fallido intento y de reflexionar en el banco se levantó y se dirigió al cibercafé más cercano. Esta vez sería sincera, más todavía si cabe. Nada de apellidos vulgares como nick, esta vez se llamaría simplemente “LAEUSEBIADE47AÑOSOLTERAENTERAYCASADERA”, entrando al canal “los_desesperados”

YRB

3 comentarios

Nekane_25 -

Aventuras y desventuras de una pobre solterona nada glamourosa que visita la gran ciudad en busca de "emociones fuertes".

¡Vaya si las encontró en los garitos de Chueca! Divertido, original, y sobre todo una historia curiosa que bien pudo ser realidad. Sólo la autora lo sabe.

Eres buena, y lo sabes. Nunca dejes de escribir. Yo una simple aprendiz. Saludos.

miriam -

ay la eusebia que bochorno la pobre, y la amiga jaaa que bueno, cuando desembarcará por aquí un nativo de costa de marfil con el que me hable en bengalí, jjaaaaaa, las mujeres iole, las mujeres somos unos demonios increiblemente crédulos a los que se nos queman todos los papeles cuando de amor se trata...dios nos asista y nosotras persistiremos.
un dia lo transcribiré a mi "lengua nativa" y te vas a dar cuenta por qué me reí el doble...ya lo haré y verás tu...iole reina de las hadas pícaras de los paises escandinavos...

dosamantes -

Lo he leído en otra ocasión, y lo imprimí para leerlo despacio. Me reí con las desventuras de la Eusebia, esa pobre mujer de pueblo que busca desesperadamente su media naranja, mediante un chat. Lo que me pude reir de que tenía delante en el garito de Chueca de ambiente gay a su "enamorado". Debió salir el pobre diablo por patas en cuanto vió a semejante "maruja". Y el final es deliciosamente prometedor "LAEUSEBIADE47AÑOSOLETRAENTERA Y CASADERA". Ayss qué me dá algo de la risa.

Narrado con lujo de detalles, maestría y buen hacer. Animo iolanthe, reina de las hadas en noruego.