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Relatos olvidados en el metaverso

reflexiones

Y tú ¿Ya tienes tu propia habitación?

Y tú ¿Ya tienes tu propia habitación?

 

No encuentro esas hojas, cariño, no las encuentro. Por más que busqué entre los juguetes del crío, en el cesto de la ropa, debajo de la cama, se esfumaron. Tal vez recuerdes y puedas reescribirlo mi amor, yo te ayudo. Sí, ya sé que tengo que pasarlo a máquina para el viernes y solo quedan cuatro días, que tienes que ir a un congreso el lunes y también al periódico, que esperan impacientes tu artículo sobre la inspiración… Pero a mí la vida no me da y no me cunde. Soy invisible ante el mundo, pero supongo que eso no te interesa. Por las mañanas, casi madrugadas, al mirarme al espejo, para lavarme la cara, veo la huella que me han dejado las preocupaciones que no paran de llegar. Un día tras otro, todos iguales de pesados, de no llegar a la noche, de ir deprisa a todas partes, de no darme la vida para respirar, sin espacio. Un día alguien se fijó en mis poemas, en aquel taller. No sé si tú también lo recuerdas. Con tu dedo índice subiste mi mentón, me miraste a los ojos y dijiste en voz alta, aquí hay un espíritu libre. Yo, enamorada de tus palabras, seguidora de tu legado desde pequeña, me enamoré de mi ídolo o tal vez solo de su creación. Y hasta el día de hoy aquí estamos juntos. Tú con tus palabras, yo con mis quehaceres de criar a un niño y además cocinar, limpiar, lavar y ser tu secretaria. Y alguna que otra vez que tú no llamaste a las musas, o no quisieron venir, también escribo por ti. Sin habitación propia.

#Historiasdemujeres

Concurso literario de Zenda para celebrar el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo del 2023.

#Historiasdemujeres, nuevo concurso de Zenda - Zenda (zendalibros.com)

YRB©

 


La Montoya, era Soledad

La Montoya, era Soledad
Yo la he visto, la he visto todas y cada una de las noches de luna llena, no le miento. Agazapado entre las columnas del Parque Güell, he oteado la silueta femenina de una dama que sufre. 
Allí mismo, mire, allí en la escalera. Al lado del dragón que, con su silencio, asiente a la plegaria de la mujer. Ahora mismo, si se fija bien, hay unas lágrimas secas en el suelo acompañadas del llanto sordo que empapan mis oídos con la Pena. El llanto me cala hasta el tuétano. Después, un viento hueco me arropa con sus palabras. Dice que prefiere el susurro de las hojas en la tierra a la inquietud del mar. Demasiada pasión lleva la mar, murmura ella, mientras roza sus muslos ahumados. Otro llanto ahogado sale de su boca de amapolas y agita el cabello de azabache despeinado. Cambia el drama por jarana, sin saber yo qué pasa. Se levanta y agita la falda con esos volantes que portan flores de calabazas, vivaz. Con la Pena por bandera, pero risueña. 

Ahora entenderá usted por qué en su día no edité el dibujo de Soledad Montoya, no quisiera perderme esta fiesta cada noche.

 

Homenaje a Lorca en Radio21-Castillos en el Aire-Almenas de palabras

 

YRB.-

A orilla del río Sambre

A orilla del río Sambre

 

 

 

El silencio de la mirada infante, adolece siempre de lo mismo, la falta de piedad como testigo. Algunos crecemos y nos vamos dulcificando o entregando a los quehaceres que pacifican nuestra mente que aquieta y no pregunta con la edad.

 

Otros sólo seguimos ateridos al silencio interrogante. En cada una de mis creaciones aparece la nada sin cautela del que adolece. El experto que entiende más de ocres dañados por el tiempo, de pinceladas lanzadas sin la magia de un encuentro, detrás de los óleos, se refugia para opinar. Nadie sabe que lo creado engulle al creador. Nadie sabe que sus traumas son la llave del arcón guardado en el fondo del río Sambre, en sus frías aguas. Nadie sabe, pero todos ocultan el acto de restarse el aliento a duelo con la vida. Los dueños de la crítica osan aparentar que conocen hasta las áreas más ocultas del artista, desconocida para él mismo, su hipocampo dañado, una vez más el dolor aterido.

 

El mundo informa que vi a mi madre flotando en el gélido curso fluvial. No es así, pero la idea me persigue todos estos años como pienso sucede con las balas sin alas a los infantes que nacieron de una guerra civil. Los ecos de las ausencias son las moscas que revolotean y atrapan la esencia de entes y objetos que coexistimos en el delirio de la vida. La moviola siempre decide parar la imagen en ese llanto, que no existió, que me arrebató el silencio interrogante y nadie, ni mi padre ya hastiado supo acallar su dolor. Entre telas multicolores y acericos fue mi padre quien me abrazó sin cariño, tan gélido como el Sambre aquella noche. Una obsoleta gabarra y su único ocupante fueron los testigos directos del vislumbre. Avanzó el barquero con gran habilidad, a pesar del flete repleto de minerales para verificar lo que no le sorprendió. Una camisa blanca flotaba sin pirueta alguna, se intuía un cuerpo inanimado debajo, calmo. La intención de aquel ser llegó a su objetivo. Descansó por fin Regina, pero a los demás nos persigue el fantasma del silencio interrogante.

 

En alguna ocasión opté por apartar el realismo mágico de mis obras y obviar el origen de Les Amants. Otros también lo hicieron por mí, aludiendo a los rostros ocultos por un sudario compartido. Un beso íntimo que transpira el raso en el envés de una vida que pudo ser. Algunos decidieron que las dos versiones del cuadro aluden a un autorretrato con mi amante, a espaldas de Georgette. Yo mismo di crédito a tales incongruencias, para no sufrir más el silencio interrogante.

 

Entre mi mano y el lienzo, la capilaridad de la esponja atrae el misterio.Y ahora me retiro, por cierto, no coloque mis reflexiones en cualquier foro. Saludos al resto de los cuenteros.

 

( Texto ganador en categoría de prosa en el reto celebrado en la web de http://loscuentos.net con motivo de sus 11 años de existencia, basado en el cuadro de Les amants de René Magritte y su relación con la web)

 

DE LA MUERTE

DE LA MUERTE

 

 “…Y a su despecho y maldiciendo al cielo,

De ella apartó su mano Montemar,

Y temerario alzándola  su velo,

Tirando de él la descubrió la faz.

¡Es su esposo!, los ecos retumbaron,

¡La esposa al fin que su consorte halló!

Los espectros con júbilo gritaron:

¡Es el esposo de su eterno amor!

Y ella entonces gritó: ¡Mi esposo! Y era

(¡desengaño fatal!, ¡triste verdad!)

Una sórdida, horrible calavera,

La blanca dama del gallardo andar…”

(El estudiante de salamanca, José de Espronceda)

Dicen los conocedores del mundo feérico que  La Mano Blanca es una fata cruel, de las pocas hadas malévolas que existen. Quien la roce apenas el cabello, morirá. Esa dama puede ser la muerte versionada en hada.  El oráculo de las hadas da a entender que existe La Dama Oscura. La guardiana de los seres no natos, guarda las esperanzas embrionarias que todavía no sabemos que tenemos. Esa dama oscura es la que atraviesa con nosotros la noche de los finales y de la muerte. Nos enseña a rendirnos y camina a nuestro lado en la penumbra de la otra orilla hasta conseguir en el atisbo la llave de nuestro miedo. Es por eso que no nos vamos de la faz de la tierra, permanecemos adormecidos por miedo a encontrarnos en el purgatorio dantesco con la clave de la existencia. Quedarnos anclados en nuestro lamento no es la opción acertada, tal vez…pero no somos capaces de salir del laberinto. Mejor lo conocido aunque tedioso que lo desconocido tal vez maquiavélico, tal vez amoroso... Sutil la danza entre ambos colores,  luz o ausencia de. La vida es la miscelánea  de los matices grises, espectros que anhelan la chispa de los natos, a veces de los muertos en vida. Espectros que de forma subrepticia osan robar cuerpos donde subsistir por miedo a lo desconocido. No fluir en el ascenso del que hablan los profetas que no volvieron. Es condición humana, por ser consciente, el miedo. Decía el estoico Epícteto: “no hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”. El mero hecho de morir, es un acto frío. El  calor que te arropa en vida, por estar cerca de otros humanos, es un fútil ardid.  La esencia  del engaño es el fervor que nos arropa al vivir entre la supuesta multitud filantrópica. Al final del viaje sólo queda el temor, el silencio al partir, la soledad que alberga el tránsito hacia lo desconocido. Esa soledad no es más que el retiro. El desapego de las obsesiones innatas a cada uno de nosotros. En el funeral no se llora por el muerto, sino por el que se queda preso de sus ofuscaciones. Por uno mismo.

Iolanthe ©

EL PRECIPICIO

EL PRECIPICIO Loco que no desmemoriado, ni locuaz. Llaman loco al dueño de su vida. Exento de alegorías que recuerdan los surcos de la tierra labrada, de unas líneas, de unas calles que se cruzan para ocultarse en la rutina tras la verdad absoluta.

 

 

El abismo, el precipicio al que se asoma el loco con sus pertenencias al hombro, no es más que el vacío que alberga la angustia de no encontrar la dirección, el sentido, el lugar... Le acompaña un perro, confundo sabiduría y temor en su ladrido, aullido ahogado en el aliento del hastío.

 

 

El arcano sin número. Será la primera carta de la baraja. Será la última carta…pregúntaselo al mago del engaño. El tarot rellena las últimas páginas del periódico donde falsas rubias que se creen pitonisas, por la gracia de Satán, se anuncian para robarte el dinero.

 

 

El hombre sigue buscando, se lanzará al vacío del precipicio con sus míseras pertenencias, sin consentir ceder su quehacer al mundo, nefasto el momento de su llegada al pie del vacío. Somos virtuales, en las cartas me lo dijo aquella pitonisa y creemos que creamos, pero sólo somos sin existir.

 

 

La lucha acabó. Siento el viento en mis mejillas voy deprisa, me precipito en el llanto de la caída. Al abrir los ojos, vislumbro un perro que lame mi rostro. En su aliento respiro algo…eso era todo, perdí mi cayado allá arriba.

 

 

 

YRB