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Relatos olvidados en el metaverso

pasiones

La Siesta

La Siesta Posesión es el término cuando de lejos se contemplan al alza dos cuerpos que balancean sus brazos, caderas, cuellos y sexos de un lado a otro del suelo, la cama, la mesa, el sillón… Perpetuaron el nido al dormitar en el hastío de las horas de una tarde templada y somnolienta. El calor era candor, evocación del olor a deseo. Se juntan los márgenes que ocultan lo perpetuo de su anhelo, una vez más sin darse cuenta yacen, cohabitan bajo las sábanas. No dicen nada sólo ríen y exhalan de nuevo el candor que esta vez llegó envuelto en salazón, huelen la mar que vieron hace unos meses, donde la pasión perdura en sus cuerpos una noche, y otra y otra más… Las manos del hombre poseen ojos que gozan al ver el goce de la hembra. Sutil la esencia de los fluidos que palpa y que saborea con esos tentáculos que posee aquel ser. No atañen los suspiros a otros individuos, sus lamentos ora dulces ora desesperados se mezclan con el tedio en pocos segundos, con el encuentro en otros tantos y se mezclan con recuerdos de otros tiempos de dolor. Ahora el silencio para la libido, ahuyenta el candor protagonista, los fluidos se recogen en el lar. Trae el aroma del recuerdo el odio al que se aferran los cuerpos cuando el uno no entiende al otro y pretende cambiar su manera de sentir. El encanto de la velada se pierde, los ánimos se lastiman sin más defensa que unos cuerpos con fluidos estancados y dónde ponerlos… en un papel, en una toalla con fómites de otros lamentos, de otros días en otros tiempos. Parten los cuerpos para sendos habitáculos ahora inquietos por saber si el final llegó, si sólo es otra llamada de atención en la falta del juego, en la desilusión. Al cruzarse en medio de la nada, los cuerpos rezuman pasión, a pesar de tanto tiempo se llaman, es más su cariño, su atracción que el poder de la mente locuaz que los divide, que divisa satisfecha la fisura de sus tantos coitos taciturnos y deseados en sus vidas ya una. Han caído en la trampa de nuevo, alguien infeliz les susurró un día que la pasión se pierde, que las vidas se separan, ley de vida es buscar la muerte en la soledad no compartida. Sus miradas se cruzan, de nuevo fluyen las sonrisas dejan atrás los prejuicios adquiridos de las mentes desgastadas de los conocidos desconocidos. Se empapan ya en el sudor de las cobijas, vuelve la mar a sus oídos…


iolanthe © YRB